EL BUNKER
LOS MONTESINOS
2025
︎ DAVID ZARZOSO
 

Hay un momento en que los espacios, dejan de ser lo que eran.

De una forma sutil y mediante una mirada al pasado, nos damos cuenta de que “El Búnker” era uno de esos lugares. Lo que antes era un lugar de reunión vinculado a las fiestas del pueblo, donde se disfrutaban largas tardes con amigos, ahora busca evolucionar y crecer junto a los que daban sentido a esas paredes. Una cápsula del tiempo que ahora se transforma, como si se hubiera caminado en círculos y, de alguna manera, regresado así al punto de origen.


La intervención se apoya en lo que ya estaba: la escala original, su relación con la calle y el patio, y una estructura sencilla de planta. A partir de ahí se actualiza para que el antiguo “Búnker” pueda seguir formando parte de quienes lo habitan hoy.

La vivienda se sitúa en Los Montesinos, en pleno casco urbano, en una parcela alargada encajada entre otras edificaciones. Se organiza de manera longitudinal, con el patio en un extremo, como elemento donde vuelvan los espacios principales de la casa, permitiendo esa relación con el exterior tan especial.



Al excavar, aparece el caliche, la costra calcárea de la zona, con sus capas a la vista. Más que volver a esconder esa piedra, se incorpora en puntos precisos como elemento de origen.

Con el tiempo, las viviendas contiguas han crecido en altura y la casa busca la luz abriéndose paso por la cubierta a través de dos grandes aperturas. Los nuevos huecos permiten que el sol llegue hasta el nivel de la piedra, poniendo en relación directa la roca, la luz y el recorrido del sol. La luz se va desplazando sobre las rocas a lo largo del día, una forma de hacer visible el paso del tiempo en el interior.


La planta, longitudinal, se organiza más en cadenas de espacios que en piezas independientes. El programa es una composición sin pasillos; los límites son difusos y una secuencia de recorridos conduce a las distintas estancias. La circulación y la forma de habitar se mezclan: se atraviesan las estancias para moverse por la casa, funcionando como un espacio compartido y no como suma de cuartos independientes.

La casa apenas cambia hacia la calle. Se mantiene el zócalo de tirolesa tradicional, los cercos de mármol en las ventanas y, sobre todo, la gran puerta de garaje que permite abrir la casa a los amigos, tal y como hacía en su inicio El Búnker, haciendo así que el interior sea también calle. Una continuidad con la manera local de vivir a ras de suelo. En el interior, los planos de yeso se combinan con el gotelé del techo y un suelo continuo de hormigón, que unifica la planta y sirve de base neutra sobre la cual aparece, de forma puntual, la costra calcárea.




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